Todavía en pie, y situado en el Número 12 de la Rue de l'Ancienne Cómedie, el Café Procope de París continúa siendo un hito en cuanto a lo que comunmente llamamos un Café.
En el año 1686 Francesco Procopio, dei Coltelli, natural de Palermo, inaugura el Café Procope. Creado con estilo muy innovador para la época, y ofreciendo un servicio muy poco habitual entonces, ya que los camareros portaban guantes blancos y servían con bandejas de plata, pronto se convirtió en tema de conversación de tout París, que cayó rendido a sus pies, al calor de esa bebida que hacía furor, el café, además de los deliciosos sorbetes y el agua helada que allí se servían.
A pesar de que no hay coincidencias se da como hecho constatado que el café se presentó en sociedad por primera vez en 1680, en la Place Saint Germain. Seis años después, un camarero de la nobleza italiana abre el primer café parisino verdaderamente moderno, y que después de más de trescientos años perdura en la actualidad como referencia ineludible. Atento a lo que ocurría en Viena, lugar de moda de los grandes locales, Procope (que no dudó en afrancesar su nombre) mejora la técnica de hacer café, e introduce pastas, confituras y helados, así como el arte de mezclar hierbas y especies en licores y aguardientes, una suerte de alquimia que lo ayudó a pasar a la posteridad.
En 1690, el Procope se había convertido en lugar de reunión de los actores de la Comédie Français, la cual acababa de ser inaugurada en la misma calle en 1689, y de los selectos espectadores que acudían a sus espectáculos. Pronto el lugar deviene en refugio de las personalidades de la época, y en el único Café de París donde las novedosas ideas podían ser comentadas y difundidas con total libertad.
Diderot, Rousseau y Voltaire, los creadores de la Encyclopédie, se reunían casi a diario en el Procope, hasta el punto que Voltaire instalaría allí mismo su despacho. En muy poco tiempo pasó a ser el primer café literario del mundo a convertirse en el lugar por excelencia de discusión política, y fue entonces cuando el mismísimo rey Luis XVI, quien poco tiempo antes había alabado el Café Procope, comienza a inquitarse seriamente.
Al calor del humeante café y los largos debates, donde se difundían las ideas más revolucionarias, acudieron también los personajes más importantes de la posterior revolución que se habían instalado en el mismo barrio. Dantón, el político que ayudara más tarde a la destitución del rey Luis XVI antes de ser ejecutado, vivía en el Nº 20 de la Cour du Commerce Saint André. Marat, el editor de la revista L'ami du peuple (El amigo del pueblo) también era vecino del Procope, e incluso Guillotin, quien bautizó a la guillotina como un elemento de la democracia, frecuentaba el barrio. Benjamín Franklin no faltó ni una semana a la cita, y Roberspierre convirtió el café en un lugar de reunión en plena revolución.
El Café Procope fue el lugar donde se gestaron las ideas que dieron lugar a la Revolución Francesa y supo sobrevivir a las turbulencias que entonces azotaban París. Ahora este lugar que se conserva tal cual se creó, acoge a nuevas glorias, curiosos y contemporáneos pensadores que conviven con viejos fantasmas cuyos espíritus no parecen querer abandonar el lugar, porque allí vivieron, sintieron, y algunos incluso intuyeron su violenta muerte.
Los pensamientos de Rousseau aparecen grabados en las paredes de los diferentes salones, como si el filósofo hubiese querido que nuevas generaciones las leyeran, intuyendo que el café perduraría en el tiempo. El despacho de Voltaire, intacto, ocupa un lugar preferente entre la escalera de acceso y la entrada de los comedores, y a veces pareciera que su fantasma hubiese elegido ese lugar privilegiado para quedarse, con el fin de analizar desde allí a una nueva sociedad y escribir sus críticas llenas de la ironía que siempre lo caracterizó.
Lo cierto es que estar en París y no visitar el Procope constituye históricamente hablando casi una herejía. Esto sin contar con la calidad de los manjares que ofrece en sus menúes y la exquisitez en su servicio. En 1822, Napoleón III encargó al Barón Haussmann la gran reconstrucción y modernización de la villa de París, pero le Cour du Commerce Saint Germain, todavía conserva los desgastados adoquines tantas veces pisados por los grandes filósofos de camino al Procope. Todavía podemos seguir sus pasos.......
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